Hace un año tuve la
oportunidad de decidir como quería seguir con mi vida. Así que dejé mi casa,
mis comodidades (en toda la extensión de la palabra), en sí, mi vida en
familia. No es que no me gustara, al contrario, la extraño mucho. Pero llega un
momento en el que debes de ser capaz de hacer las cosas por ti mismo…. No sabía
en lo que me estaba metiendo.
Me fui de casa ignorando cosas,
no aprendí a cambiar un fusible sino hasta que en el búnker se fue la luz, y no
pasó ni una, ni dos, ni tres veces. Con todo y el pánico que me ocasionaba acercarme
a la caja, no me quedé sin luz. Nunca le pregunté a mi hermana que tipo de
jamón comíamos, o aproximadamente cuanto costaba una caja de cereal, de esas
que me duraban solo una semana. No sabía cuánto dinero podías invertir en
comer, simplemente me levantaba de mi cama y me dirigía a la cocina sin
preguntarme más nada. Además, eran tantas las ansias por esa independencia que
podía elegir, que me olvidé de una cosa muy importante..
El bunker fue mi casa por un
año. Un año en el que cambiaron mis costumbres, mis ideas y objetivos. Empecé a
vivir con un hombre, que es de lo más extraordinario del mundo. Para muchas
personas, no es tan normal que una mujer viva con un hombre sin tener ondas. Superamos el prejuicio incluso
familiar y comenzamos a tener una vida normal de amigos compartiendo un
espacio. Compartir un espacio, implica más
que elegir una película que ambos queramos ver, implica el tener los platos
limpios cuando el otro quiere usarlos, implicó el aprender que cereal le gusta,
implicó saber de nuestras vidas… Y para ser sincera, creo que no pude encontrar
un mejor roomie.. Porque a pesar de ser lento en los quehaceres domésticos,
confundir la cátsup con la salsa valentina, y no comprar encendedores cuando es
su única misión, siempre intentó
mantener el orden y respeto en lo que compartíamos. Creo que hasta el aprendió
a compartir un par de cosas.
Durante mi año en el bunker,
atraje una vibra nefasta. En vez de disfrutar estas cosas que con tantas ansias
había esperado, comencé a notar las cosas que no me gustaban.. en todos los
sentidos. Me aseguré de saber que no me gustaba y que no quería. Al día de hoy
y afortunadamente, me quedó muy claro. Sin embargo la vibra siguió ahí. De repente, y también por fortuna, se
empezaron a cerrar esos ciclos que tanto incomodaban. Casi para finalizar el
año y con una incertidumbre en todas las cosas que hacía, empecé a tomar
decisiones que me han enseñado hoy, que para decidir algo, tienes que pensarlo más
de una vez, pero no tantas veces. Arriesgarse no es una mala idea, a veces
cuando no sabes a dónde quieres ir, llegas al lugar que has estado buscando… o
no. Se me había olvidado arriesgarme.
Una mañana en la bicicleta, vi
un anuncio de Se Renta, en el balcón de
un departamento, así que con la idea de “No
tengo nada que perder”, entré al
departamento, caminé por los cuartos, hice las preguntas necesarias, y descubrí
que había encontrado un lugar. Un lugar diferente en donde tenía ganas de
estar. La incertidumbre del dinero que se terminaba no cesó, pero dejó de ser
importante. Tenía lo que necesitaba y mejor aún, una expectativa tremenda de
mejorar las cosas que habían estado saliendo mal. Así que comencé a caminar
diferente… El departamento de Coahuila, estaba esperando por ver todas esas
nuevas ideas.
Con un par de recuerdos más,
las cajas listas, los tamales del día de la Candelaría, me fui. Me fui de un
lugar en el que no volveré a estar. Ahí dejé un par de cosas que ya no
necesitaba, como el miedo, el conformismo y la falta de ganas de arriesgarme. Para el día que nos mudamos, ya tenía cosas
nuevas, trabajo nuevo, y hasta amigos nuevos. Todo llegó en el momento en que
lo necesitaba. Hay días en los que no
pasa nada, y a veces en algunas horas, cambia todo. Me encanta lo irónico de la
vida, me hace seguir aquí.
Me instalé, y al darle tantas
vueltas al departamento, a mi vida, y a mis cosas. Llegué a la conclusión de
que yo no buscaba algo nuevo, sino algo mejor.
Y esas cosas mejores no me las daría nadie, me las doy yo. Incluso, me
las da la luz que entra por la ventana todas las mañanas, la plática de las
personas que pasan caminando por la calle, hasta las parejas que vienen al hotel
de vez en vez.. No creo que me haya dado cuenta tarde, creo que ahora es el
momento en que no tengo que olvidarlo.
El año 2. Si bien empezó hace
un mes, se ha encargado de dejarme con las cosas y personas que necesito. Me ha dado ideas y perspectiva diferentes.
No dejo de ser lo que soy, no he
cambiado, pero no soy la misma persona.
Quiero reír, quiero disfrutar, quiero ver y quiero hacer.
Y bueno, quien sabe que pase.
Uno nunca sabe en dónde va a despertar, o en donde va a terminar el día… Lo único
que me debo es pasármela bien y ser mejor de lo que puedo ser. Aquí estoy, ahí
voy y así sonrío.
Bienvenidos seamos todos a
este nuevo lugar.